Ametxe plantea una idea tan revolucionaria, como arraigada en la esencia humana: un hogar con una gran familia de libre adhesión en conexión con la tierra y la naturaleza, con una filosofía de crecimiento personal y colectivo para personas pequeñas y grandes.
Una familia grande como las que vivían en un caserío como una comunidad de tres o cuatro generaciones con apoyo mutuo como base eficiente de recursos y que fomentaba la resiliencia ante cualquier dificultad.
También plantea un cambio de modelo de la propiedad o el clásico alquiler, con una tercera vía en el uso y disfrute del espacio, sacando la vivienda del mercado, la especulación y los vaivenes económicos.
Todas estas ideas, recogidas en un trabajo profundo y prolongado, significan un proyecto hecho desde el corazón, y que se refleja en una imagen que dibuja y representa como si fuese una foto del lugar, un espacio natural donde caben un rio, una pradera, un espacio de relación, una montaña, un sol y una casa.
Todo ello queda envuelto en un corazón que da energía y proyecta una forma más respetuosa de relacionarse y vivir con salud y plenitud.